Quiero arrastrar cada una de mis miserias hasta el lugar donde te encuentres. Presentártelas como si de joyas se tratara. Humillarme mostrándote las partes de mí más oscuras y más negras. Hacer que me odies silenciosamente primero, ruidosamente después. Sufrir por el dolor de sentirme despreciada. Soportar el dolor de sentirme amada. Sufrir por algo, pero sufrir al fin.
Y cuando ya esté bien entregada, nunca de pie, siempre a tus pies. Sólo ahí...sólo ahí... intentar seducirte desde abajo. Empeñarme desde el subsuelo de mis perversiones. Reptar hacia ti y trepar por tus piernas. Instalarme en medio de ellas, en ese lugar que sientes vibrar y crecer. Sostenerte la mirada pero saber que siento vergüenza. Que veas desfilar por mis ojos, sin saberlo, todas mis culpas y mis arrepentimientos. Que intentes descifrar este cielo encapotado. Que me perdones por algo de lo que ni siquiera tengas sospechas.
Y en ese instante mágico en el que algo se abra en mi corazón y en el tuyo. Simultáneamente. En ese momento en el que estemos tan conectados que no precisemos decirnos nada, ahí...quiero besarte. Con la misma violencia que si se tratara de una necesidad. Dejar que entres en mí...que apenas unos centímetros de tu lengua me conquisten y me invadan. Sentirme ancha y fértil como si fuera de tierra. Ser tu país conquistado. Conceder que me ocupes. Ceder. Negociar a besos. Dejar que penetre tu avanzada, que me ataquen tus vanguardias, dejarme avasallar por un pelotón de sensaciones. Placenteras, urgentes, dolorosas, turgentes...Suspirar, sollozar, quejarme, gemir, moverme, sacudirme, sacudirte, quererte, rechazarte, atraerte, disolverme muchas veces. Fundirme en tu abrazo, dejar que tu cuerpo se derrita en el mío. Ganarte. Vencerte de amor. Dominarte de la forma más vil. Pero sin derrotarte.
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